La pandemia del coronavirus ha acelerado el viaje hacia el ‘futuro digital’, hasta el punto de que la tecnología ha supuesto todo un salvavidas en una nueva realidad socialmente distanciada.
La situación de cuarentena a nivel mundial ha dado lugar a un impulso inusitado de transformación digital, crecimiento exponencial de plataformas de televisión como Netflix, HBO o Amazon, un impulso de las aplicaciones de videollamada o una importante subida en la demanda de compras online.
Como explican en el Financial Times, solo en el mes de abril, Zoom experimentó un crecimiento 30 veces mayor que el que obtuvo el pasado diciembre, las compras online de alimentación en Estados Unidos, antes de la crisis suponían menos del 5%, ahora este dato ha aumentado hasta un 15%.
Si bien algo de todo esto puede volver a cifras anteriores a la crisis, hay cambios que han venido para quedarse.
Tal y como ha dicho recientemente Satya Nadella, director ejecutivo de Microsoft: “Hemos visto un impulso de dos años de transformación digital en dos meses”. Aspectos como el trabajo en remoto, el aprendizaje o las compras están funcionando de manera sorprendentemente bien. El papel que han jugado las Big Tech durante la crisis se refleja en el aumento de los precios de las acciones de las empresas, ya que los inversores han apostado por sus modelos de negocio.
En lo que se refiere a las empresas, la crisis no solo ha consolidado su poder de mercado, sino que ha brindado la oportunidad de demostrar que pueden ser ciudadanos corporativos responsables. La pandemia ha subrayado los beneficios de estas plataformas digitales, tanto social como económicamente, para ayudar a combatir la desinformación sobre Covid-19, así como para manejar el auge del comercio electrónico. Mientras tanto, los gobiernos han recurrido a Big Tech para ayudar con el desarrollo de aplicaciones de rastreo de contactos.
De momento, y viendo la respuesta de la sociedad, parece poco probable que el avance del sector se reduzca pronto.
Además son muchas las compañías que están utilizando la crisis para hacerse aún más grande. Los datos muestran que están buscando acuerdos a su ritmo más rápido desde 2015. Un ejemplo, como expone el Financial Times, es la expansión de Amazon, la cual parece no tener límites; el gigante del comercio electrónico está en conversaciones para comprar la compañía de autos autónomos Zoox, mientras que su inversión en el servicio de entrega de alimentos Deliveroo recibió el visto bueno de los reguladores del Reino Unido por temor a que la nueva empresa se vea en bancarrota.
Esto presenta a los formuladores de políticas algunos desafíos difíciles en un momento en que muchos habían estado interesados en restringir el dominio de las grandes plataformas en línea. La política del “techlash” se ha hecho más compleja incluso cuando la necesidad de acción ha aumentado.
Ley de competencia ¿Momento para cambiar?
Un área que lleva mucho tiempo pendiente de reforma sigue siendo la ley de competencia. En los Estados Unidos, el estándar para la legislación antimonopolio no ha cambiado desde la década de 1980 y sigue centrado en el daño a los consumidores. En un mundo de servicios digitales, el enfoque debe cambiar a la estructura del mercado y la concentración corporativa. En este sentido, la Comisión Europea está por delante de los Estados Unidos.
En abril pasado, un informe encargado por la UE pidió que se reduzcan las barras en las reglas antimonopolio dirigidas a “jugadores dominantes”. La comisión lanzó una consulta pública sobre la regulación de su plataforma digital insignia. Hace tiempo que quería más poder para auditar cómo las empresas usan los datos del consumidor.
En un mundo de servicios digitales, el enfoque debe cambiar a la estructura del mercado y la concentración corporativa
Los legisladores estadounidenses quieren seguir el ejemplo de Bruselas, tanto demócratas como republicanos y están promoviendo proyectos de ley para garantizar que los datos recopilados para combatir la pandemia no puedan utilizarse por otros medios. Sin embargo, otro factor en el debate sobre la regulación es la creciente tensión entre Estados Unidos y China.
Una guerra fría tecnológica podría provocar un deseo en Washington de nutrir a los “campeones” nacionales.
Si bien eso, y la forma en que la pandemia le ha dado impulso y pulido la imagen de las empresas tecnológicas, puede disuadir la acción concertada para controlarlos, los legisladores deben tener cuidado de no permitir que los gigantes tecnológicos de hoy en día sean tan dominantes que sofoquen la próxima generación de disruptores audaces e innovadores.