Con docenas de aplicaciones de rastreo de contactos implementadas en todo el mundo, y muchas más en camino, ¿cuántas personas deberían usarlas para que el sistema funcione? Para responder a esta pregunta, hemos visto aparecer una misma cifra en varias ocasiones: el 60 % de la población.
Ese es el porcentaje de la población que muchas autoridades de salud pública tienen que poseer registradas por la base de datos COVID: Tracing Tracker del MIT para poder alcanzar un sistema de rastreo efectivo. Desde el Technology Review afirman que hay que aspirar para que las herramientas puedan tener un impacto en el control del coronavirus (COVID-19). El origen del número está en un estudio de la Universidad de Oxford (Reino Unido) publicado en abril. Pero como ningún país ha alcanzado ese nivel, muchos han criticado las tecnologías de “notificación de exposición” considerándolas básicamente inútiles.
Pero los investigadores que crearon el estudio original afirman que su trabajo ha sido profundamente malentendido y que, de hecho, niveles mucho más bajos de adopción de las aplicaciones podrían ser de vital importancia para luchar contra la COVID-19.
“Ha habido muchos informes erróneos sobre la eficacia y la aceptación… sugiriendo que la aplicación solo funciona con el 60 %, y eso no es cierto. Empieza a tener un efecto protector a niveles mucho más bajos”, explica la portavoz del equipo de Oxford, Andrea Stewart.
Los modelos de Oxford revelan que “la aplicación tiene efecto en todos los niveles de aceptación”, como se ilustra en este gráfico, que muestra que cada nivel de adopción desacelera la pandemia hasta cierto punto.
Lo que se entendió mal
Debido a la forma en la que funcionan las aplicaciones de rastreo de contactos y notificación de exposición, avisando a los usuarios si su teléfono ha estado cerca del teléfono de alguien que luego recibió un diagnóstico positivo de COVID-19, lo preferible es lograr una adopción generalizada. Cuanto mayor sea el número de usuarios, mayor será la probabilidad de ayudar a las personas en riesgo a ponerse en cuarentena antes de contagiar a otros.
Pero gran parte del debate sobre las aplicaciones de rastreo de contactos se ha centrado en el hecho de que alcanzar el objetivo del 60 % parece casi imposible, especialmente porque muchas personas (incluidos los usuarios muy jóvenes, los más mayores y aquellos con teléfonos más antiguos) podrían no querer o no ser capaces de descargar y usar el software requerido.
Muchos informes y análisis de medios de comunicación recogieron una frase del estudio que detalla:
“Nuestros modelos muestran que resulta posible detener la epidemia si aproximadamente el 60 % de la población utiliza la aplicación”. Pero omitieron la segunda mitad de la frase de forma sistemática: “Incluso con una adopción más baja, todavía estimamos una reducción en el número de casos y muertes por coronavirus”.
De hecho, el modelo de Oxford en realidad tiene en cuenta muchos de los factores que preocupan a los críticos. El documento asegura que si el 80 % de todos los usuarios de smartphone descarga la aplicación, un número que excluye a los grupos con menos probabilidades de tener un teléfono inteligente y es equivalente al 56 % de la población en general, esto por sí solo sería suficiente para suprimir la pandemia, sin ninguna otra forma de intervención.
Aunque las tasas más bajas de adopción significan que estas aplicaciones no vencerán la enfermedad por sí solas, no es lo mismo que sugerir que un menor uso hace que las aplicaciones sean ineficaces. Los investigadores opinan que si menos personas descargan la aplicación, e requerirían otras medidas de prevención y contención como el distanciamiento social, los test generalizados, el rastreo manual de contactos, los tratamientos médicos y los confinamientos regionales, es decir, muchos de los mismos procesos que ya se utilizan en todo el mundo.
El profesor y codirector del Programa de Seguimiento de Contactos del Departamento de Medicina Nuffield de la Universidad de Oxford y asesor científico independiente de los esfuerzos de rastreo de contactos del Gobierno de Reino Unido, Christophe Fraser, dirigió esta investigación y cree que la cifra del 60 % parece tener vida propia: “Eso demuestra lo difícil que es controlar el discurso de los medios de comunicación”.
Cualquier nivel de uso es mejor que nada
Resulta importante corregir el tópico del 60 % porque la forma de entender las aplicaciones por parte de la población puede modelar las políticas de uso que cada país les dé para responder tanto a esta pandemia como a futuros brotes de cualquier otra enfermedad. La creencia generalizada de que la adopción por debajo de ese umbral llevaría a un fracaso podría ser un error fatal.
Algunos países han alcanzado importantes niveles de adopción:
Islandia ha logrado alrededor del 40 % de uso, mientras que otros como Qatar y Turquía han hecho que la descarga de sus aplicaciones sea obligatoria.
Pero a pesar de que los investigadores saben que incluso los niveles más bajos de adopción serán útiles, no están completamente seguros de lo que realmente significarán los diferentes rangos. Aun así, cada notificación exitosa significa una vida potencialmente salvada.
Fraser admite que su equipo había asumido que los niveles más bajos de uso podrían tener beneficios muy pequeños. Pero, resulta que, de hecho, las simulaciones muestran que las ventajas son significativamente más altas de lo que pensaban.
El investigador detalla:
“Creíamos que la aplicación no sería muy efectiva con bajos niveles de adopción. Si hay un 10 % de las personas que la usan, entonces la posibilidad de contacto detectado entre dos personas es del 10 % de ese 10 %, que es 1 %, una pequeña fracción. Lo que encontramos en la simulación fue que en realidad no era así. Estamos trabajando para entender por qué aumentan sorprendentemente esos beneficios del uso”.
Fraser también aboga por monitorizar y controlar continuamente el funcionamiento de la aplicación para que cumpla con lo prometido. Y prevé que incluso si el rastreo digital de contactos no acaba con la COVID-19 por sí solo, será parte de la estrategia contra los futuros brotes de enfermedades. Las lecciones que aprenderemos de esta experiencia resultarán útiles si la COVID-19 tarda años en controlarse, y si sufrimos otras pandemias en los próximos años.
El experto concluye: “Sabemos que la salud pública depende mucho de la confianza generada. Entonces, ¿cómo crear un entorno seguro en el que las personas sepan que los datos se comparten para un bien mayor? La gente teme el mal uso de los datos, que ya hemos visto en el espacio digital. ¿Cómo detener el abuso y fomentar el uso positivo de los datos? Se trata claramente de un trabajo importante. El poder de hacer el bien aumenta a medida que compartimos información, pero necesitamos marcos legales”.
Fuente: www.technologyreview.es