La mayoría de los ciberataques transcurren a partir de una serie de pasos divididos en tres niveles que se exponen en la llamada Cadena de ataque (o Kill chain, cuyos términos se derivan de modelos militares).
En el primer nivel el objetivo inicial de los ciberdelincuentes es conseguir una forma de acceso al sistema, para ello muchas veces recurren a información disponible en páginas web o redes sociales para conocer el organigrama de la organización objetivo e identificar a quién dirigir el ciberataque.
De acuerdo con Juan Marino, gerente de Ciberseguridad de Cisco para América Latina, el intento de acceso inicial se puede dejar ver a través de un phishing, se puede manifestar en una llamada telefónica o correo electrónico, pero hay un engaño que aprovecha el llamado ‘eslabón débil’, que es el usuario, para que haga algo o para que ingrese en algún sitio que se hace pasar por otro, todo para lograr el primer acceso.
En caso de que el usuario no se dé cuenta de que la seguridad fue comprometida, el segundo paso es conocido como “Establish foothold” (establecer punto de apoyo), que consiste en mantenerse en ese sistema y desde ahí descubrir a qué otros dispositivos, credenciales o redes se puede ingresar, que es la siguiente fase conocida como Network Discovery (descubrir la red).
Si con el pasar de las horas o días, ni el usuario o el equipo de sistemas detectan la ciberamenaza, el ataque pasa al segundo nivel de la cadena con la finalidad de reconocer los recursos que son verdaderamente importantes (Key asset discovery); pueden ser los datos de los clientes, la propiedad intelectual del código de software o la propia red, que si los ciberatacantes hacen su análisis, seguro van a querer conseguir esa información. Posteriormente, se procede al robo de datos (Data exfiltration) y a la propagación dentro de la misma red (Network propagation).
En el tercer y último nivel, el ciberatacante se prepara para hacer el despliegue del software malicioso o ransomware (un tipo de malware), que una vez instalado puede mantenerse inactivo en el sistema hasta que el ciberatacante decida ejecutarlo para proceder al acoso de la víctima y/o extorsión.
Todos estos pasos se realizan en un promedio de nueve días, de acuerdo a un estudio reciente entre múltiples brechas reales que adquirieron carácter público, siendo el segundo nivel el de mayor complejidad y al que mayor tiempo dedican los ciberdelincuentes.
Cada vez son más frecuentes los ciberataques dirigidos hacia objetivos que los actores maliciosos consideran de alto valor por el dinero que puedan recibir a cambio. En algunos casos, en los que no se pide el pago de un rescate, la información extraída de la organización termina a la venta en el mercado ilegal; también llega a haber situaciones en los que se presenta una doble extorsión, donde los delincuentes hacen una exfiltración de datos y además inhabilitan el acceso al sistema.
Muchas veces ocurre que se paga el rescate y de todas formas la información ya se fue; por eso los organismos de ciberseguridad de cada país desalientan el pago, primero para no financiar a los criminales, segundo porque no hay garantía de que se va a recuperar la información.